miércoles, 19 de febrero de 2014

Decisión final.

Desde siempre quise marcharme fuera para vivir todas aquellas experiencias que los estudiantes de culo inquieto contaban cuando volvían, de visualizarme fuera de casa, de pensar en cómo, dónde y cuándo me iría y a quién echaría de menos y quién me echaría de menos a mí... el momento de decidir si hago esto realidad ha llegado.

Al llegar a la universidad lo tenía claro: YO ME IBA A IR DE ERASMUS!, ¡Y tanto que me iba a ir!, ya podía echarme novio o ya podía no tener dinero y tener que buscarme la vida a lo Oliver Twist, nada iba a pararme. ¿Cuál ha sido mi sorpresa? Que a la hora de elegir de verdad, las cosas no son tan fáciles.

Tercero de enfermería comenzó con un NO respecto a mi decisión de irme de Erasmus, ya que pensaba que no tenía recursos económicos suficientes y tenía la siguiente reflexión: "Si ya lo he pasado muy mal algunas veces en las prácticas (pero mal, mal) en España, debido a la actitud de las enfermeras hacia mí.. ¿Cómo lo pasaría en un país diferente sin poder comunicarme y sin poder llegar a casa para que mis padres me animaran a continuar? También reflexionaba acerca de que si ya lo pasaba mal cuando no entendía a los abuelos con acento cerrado de los pueblos de Guadalajara cuando estaba en el hospital.. ¿Qué iba a ser de mí con los queridos octogenarios noruegos?

En definitiva, me hacía muchas preguntas de ese tipo, las cuales hicieron que mi cabeza pensara por un tiempo que la experiencia Erasmus no sería para mí en este momento de mi vida. Sin embargo, como cantaba Mercedes Sosa, "cambia, todo cambia" y cambié de opinión.

El cambio de opinión fue disimulado, del tipo "voy a echar los papeles por si acaso, para no arrepentirme, pero no me voy a ir". Sonaba convincente en mi cabeza, aunque no para mis seres queridos, los cuales sabían (y también callaban), la verdad que yo me temía: el gusanillo me había picado de nuevo. Esto sobre todo estuvo motivado porque mi amiga Carmen, también de la universidad se marchaba este curso a Bélgica y porque mi otro amigo de clase, Javi, quería irse de Erasmus a Noruega, con quién por cierto, me iría encantada.

El primer paso fue hacer la prueba de inglés, en la que obtuve el nivel suficiente para que me dejaran irme (seguro que pensando: "Pobrecilla, su inglés le dará para comprar el pan y para disculparse cuando no entienda lo que le dicen los octogenarios noruegos, que encima ni hablarán inglés).

El segundo paso, fue rellenar deprisa y corriendo, casi el último día de plazo, los papeles que me permitirían que desde la universidad (UAH), pudieran darme la plaza. En mi universidad ofertaban cuatro destinos: Eslovenia, Noruega, Bélgica y Turquía. Yo estaba entre dos: Noruega y Bélgica, descartando los otros dos seguro que maravillosos países, por supongo los típicos prejuicios que tenemos los estúpidos humanos. La elección del destino fue un "por ejemplo este país", también disimulado. "Noruega, noruega porque el norte me gusta", "Noruega porque seguro que los hospitales son muy modernos".. Vamos, que me daba igual si elegir Bélgica y Noruega. Finalmente elegí Noruega, (como irónicamente me sobraba el dinero, pues me dije ale de perdidos al río, si nos vamos, nos vamos a lo más caro, así a mi madre le doy un disgusto doble).

En el momento en el que entregué esa documentación, deseé con todas mis fuerzas que no me cogieran. Fue curioso, y sinceramente la única explicación que encuentro, era el pánico que tenía a tomar la decisión que en un plazo de 24 horas tengo que tomar.

Pasaron las navidades, y de vez en cuando alguna lágrima se caía al saber que por mis notas y por la poca gente que había pedido Noruega, me iban a coger. Cualquiera que haya pedido un Erasmus y que por casualidad lea esto, si encima no se lo han dado, pensará que soy estúpida, aunque si sigue leyendo, seguramente su opinión hacia mí cambie. Y sino, pues me encantará ser la estúpida que lloraba porque tenía miedo de que llegara el día en que tuviera que decidir si irse o no.

Sinceramente, yo pensaba que no iría, ya que la situación económica en mi casa no estaba para tirar cohetes. De este modo, decía a todo el mundo "Nah yo he echado el Erasmus pero no me puedo ir por pasta, ya sabes".

Y llegó Febrero. Y con ello un e-mail del coordinador diciéndome que tenía la plaza para Noruega y que en diez días tenía que entregar una declaración de aceptación de la beca o de rechazo. Fue en el mismo instante en el que mi amigo Javi, que estaba en la fila de atrás, recibía otro mensaje en el que le decían que no le habían cogido para irse a Noruega, pero sí a Eslovenia. No creáis que se lo pensó dos veces, aceptó, como un buen valiente. Bien, que me voy del tema. He de decir que..estoy en el noveno día  de plazo y no he decidido, situación que me ha hecho crearme un blog para probar a ver si me ayuda a reflexionar y a su vez, para ver si ayudo a algún indeciso que esté en la misma situación que yo.

Estos días han sido horribles. He pasado de querer irme a no querer irme diez veces al día durante nueve días. He hecho cientos de listas de pros y contras en las que la balanza está equilibrada siempre incluyendo a su vez nuevas ventajas e inconvenientes (que algunas personas no entienden ni entenderían, pero que son importantes para mí). Ya estoy echando de menos a mi familia y a mi novio, a mis amigos y a mi perra, y hasta a la estación de renfe, aquella a la que odio porque todos los días me ve aún con las legañas puestas.

Ha sido duro el darte cuenta que nadie puede ayudarte en tomar una decisión tan importante y que estás sola en ello. Cuando me lo dijeron vi pasar los días esperando que mis padres me dieran una respuesta, y lo que me encontré fue que ni me animaron, ni me desanimaron, solo me dieron su aprobación hacia aquello que yo decidiera, hecho que en un principio malentendí, pensando que "pasaban de mí", cuando lo que estaban haciendo era ser buenos padres.

Desde pequeños queremos tomar las riendas de nuestras vidas, pero cuando uno las coge, no se imagina lo difícil que es hacerlo bien.

Mi lista de pros se resume en lo que toda la gente dice acerca de un erasmus: conocer otro país, conocer gente, mejorar idioma, mejorar currículum, fiesta pa´arriba fiesta pa´abajo, independencia, madurez, cambiar de aires y bla bla bla.

Mi lista de incovenientes es la siguiente: es un sacrificio brutal para mi familia, la cual ha dicho que lo haría encantada, pero aún así pesa; no podría ir al viaje de fin de grado (porque vendría arruinada), me voy sin amigos, no podría irme de vacaciones ni con mis amigos ni con mi novio, ni podría gastar prácticamente nada hasta que me fuera, al acabar la carrera, querría estudiar otra cosa pero no sé si podría pagármela, no tendría mucho dinero para hacer excursiones en Noruega, no me iría a un país de habla inglesa, que es el idioma que me interesa mejorar y por último, perdería mi trabajo como profesora de baile, el cual me encanta y tengo asegurado para el próximo curso si me quedo.

¿Sigo siendo la idiota que lloraba porque la habían aceptado para irse de Erasmus? Mejor no quiero saber la respuesta.

Hoy he dilucidado un poco el final del camino, ya que he quedado con mi mejor amiga, Coral, que estudia Biología Sanitaria y está exactamente en la misma situación que yo, ya que no sabe si irse a Bélgica o no. Charlando con ella, acerca de la maldita indecisión que siempre nos ha caracterizado a las dos, marcando nuestra adolescencia con tardes de preguntas interminables sin llegar a una respuesta final, me he dado cuenta que la estaba intentando convencer de que lo mejor era marcharse. Y juro que no ha sido a propósito.

En resumen, que en este momento de mi vida, no se qué hacer. Irme supondría renunciar a muchas cosas aquí y a hacer muchos esfuerzos. Quedarme supondría arrepentirme siempre de no haberme ido.
Me quedan 24 horas para elegir, de las cuales 8 dormiré, 6 iré a clase, tres iré a baile,.. mierda, me quedan menos horas de las que pensaba para decidir.

Termino mi última entrada presentándome. Soy Marina, estudio tercero de enfermería en la UAH, en la Facultad de Guadalajara y espero tomar la decisión adecuada.

Me despido porque mi noche en vela no ha hecho más que empezar.